En las latitudes templadas el aumento de las horas de sol y el incremento de temperatura durante la primavera preceden a un “boom” de fitoplancton, lo que, a su vez, desencadena un “boom” de zooplancton, ya que éste que se alimenta del primero. Durante el verano, las capas más superficiales del océano se mantienen más cálidas que las capas más profundas, de modo que no se producen corrientes verticales de convección y los nutrientes minerales de que se alimenta el fitoplancton permanecen depositados en el fondo, donde no llega la luz, y por tanto no pueden ser aprovechados por dichos organismos. Este hecho, unido al aumento primaveral del zooplancton, que no ha parado de consumir organismos fitoplanctónicos, hace que en verano las poblaciones de fitoplancton disminuyan drásticamente. En otoño, cuando vuelve el frío, las capas más superficiales de los océanos se enfrían, aumentando su densidad, con lo que se restablecen las corrientes verticales de convección que hacen que estas capas más superficiales desciendan hacia las profundidades. Como consecuencia de estos movimientos verticales de convección, los sedimentos marinos son removidos, ascendiendo los nutrientes desde el fondo hacia capas más superficiales, lo que provoca un segundo “boom” de las poblaciones de fitoplancton.
En los trópicos las poblaciones planctónicas son mucho más estables a lo largo del año, de modo que no se producen estas elevaciones y disminuciones de población.
Por último, en los mares polares no existe producción fitoplanctónica durante los seis meses que dura el periodo de oscuridad, quedando ésta restringida al breve periodo de verano y seguida inmediatamente por un único incremento anual de las poblaciones de zooplancton.
Variación estacional del plancton
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